lunes, 18 de enero de 2016

NADA ES LO QUE PARECE.


“No Vemos al mundo como es, vemos al mundo como somos”   BUDA.

La vida no es como creemos, la vida es como la interpretamos. Pensamos que la “realidad” es lo que está delante de nuestros ojos y nada más alejado de La Realidad.
 Estamos seguros que “la verdad” es como nosotros vemos el mundo. Se ha demostrado infinitas veces que cada uno mira la misma situación y la interpreta  a su manera. Para una persona un partido de futbol puede ser una experiencia inútil y aburrida mientras que para otra despertar un sinfín de emociones y pasión. Y en verdad el partido es el mismo.
Mientras que para miles de mujeres un hombre puede pasar desapercibido para otra puede ser el más lindo del mundo y el amor de su vida. El hombre es el mismo.
Existe una realidad objetiva  por ejemplo: una casa.  Ahora  esa casa es donde me crie, entonces esa casa tiene una realidad subjetiva. Para mi tiene cientos de significados en mi vida.
Y así podemos dar infinitos ejemplos. La vida, las personas y las cosas son como son y son como las observamos.
El problema que suscita cuando no nos damos cuenta de esto es que quedamos atrapados en la trampa de nuestras absurdas certezas. Y desde nuestras certezas nace algo que nos hace mal a nosotros y a los que nos rodean: El juicio.
Juzgamos al mundo y a las personas no como en realidad son, sino desde nuestra limitada percepción humana. El Gran Enunciado de la Ontología del Lenguaje nos recuerda que: “No sabemos cómo las cosas son, solo sabemos cómo las interpretamos.”
Cuando ligeramente criticamos a alguien y decimos cosas como que es un amargado, loco antipático o lo que sea que observemos, no tenemos ni la más remota idea porque esa persona esta amargada, loca o antipática. Cada uno vive su propio paraíso o infierno, detrás de cada persona muchas veces hay angustia, vacío, depresión, miedo etc. y nosotros solo vemos el exterior de cada ser y es allí donde los juzgamos sin piedad. Y rápidamente sacamos la conclusión de cómo, según nosotros “es” esa persona.
Lamentablemente este mecanismo de pensamiento la sociedad lo tiene incorporado de manera automática, y nos vivimos juzgando y criticando todo el tiempo.
Sera por eso que uno de los tantos consejos que nos dejó Jesús fue: “No juzgues porque con la misma medida que juzgues serás juzgado”.
También nos ocurre con la interpretación de los sucesos de nuestra vida, cuantas veces creímos que los que nos pasaba era nuestra gran tragedia y termino siendo una bendición.
Conozco a varias personas que cuando sus parejas los abandonaron, sintieron que era el fin del mundo y luego más adelante conocieron al Amor de su vida. Ahora miran para atrás y observan que gracias a que los abandonaron pudieron conocer a esa persona que trajo tanta alegría a su vida. Detrás  de muchas crisis se encuentran escondidas grandes bendiciones. El secreto está en no juzgar rápidamente por lo que nuestros cinco limitados sentidos observan. Realmente sabemos muy poco como las cosas son y así y todo pensamos y hablamos como Si supiéramos. Somos opino logos profesionales y en eso nadie nos gana.
Considero que la señal de una persona madura espiritual y emocionalmente es aquella que aprendió a no juzgar, porque se dio cuenta, como Sócrates, que no sabe nada.
Erradicar este vicio de creer saber cómo las cosas son y de juzgar rápidamente, no será tarea sencilla para aquel que quiera superarse, ya que está arraigado en nuestro ADN, y viene de generación en generación. Hasta es parte de nuestra cultura.
Necesitamos dejar de lado nuestra soberbia, reconocer la ceguera y ser muy humildes para darnos cuenta lo finito y limitado que somos.
Pero si alguien  ha tomado la divina misión de dejar de juzgar y comenzar a trabajar en su propia persona. Habrá retomado el camino de la salvación. No será tarea fácil, pero valdrá la pena.
Ocurrirán los más grandes milagros…comenzaremos a ver con los ojos del Corazón.

Carlos Murua,  Coach Ontologico.